Reflexionar
acerca de la calidad de la educación lleva a preguntarnos: ¿están nuestros
sistemas educativos a la altura de las necesidades y derechos que los
estudiantes tienen en el mundo de hoy?
La respuesta es no. La sociedad
contemporánea cambia a un ritmo mayor que el experimentado por la escuela. Los
sistemas educativos fueron pensados y estructurados a partir de paradigmas
sobre la educación nacidos en el siglo XIX y ajustados lentamente a lo largo
del siglo XX, mientras que la sociedad cambia a ritmos cada vez más acelerados.
Los sistemas educativos están basados en
un modelo de educación homogénea, cuando hoy la sociedad globalizada se
caracteriza cada vez más por su diversidad. Trabajar con la diversidad como un
aspecto positivo es un desafío que nuestros sistemas educativos manejan con
dificultad. De hecho, ésta es vista más bien como una traba, cuando, por el
contrario, debe ser considerada una fortaleza. Los sistemas privilegian
esquemas de trabajo homogéneos, con calendarios y ritmos de progreso uniformes,
o bien seleccionan a los estudiantes según características que permitan contar
con grupos "similares", ya sea en términos de estatus social,
habilidades, u otros criterios.
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